¿Te acuerdas de cuando saltábamos por los tejados? La casa era vieja, daba igual romper algunas tejas, porque ya nadie vivía allí. Éramos inocentes y escandalizables, soñadores, pequeños. El tiempo se detenía entre hojas de parra y pajaritas de papel, bajo techos con humedad que servían de cielo nublado a nuestras ciudades de playmobil.
Eran otros tiempos, la preocupación de no saber qué hacer con nuestras vidas no existía, tampoco la necesidad de trabajar o de ser independientes, solo nos apetecía divertirnos, grabar programas de radio que nadie más escuchaba, colarnos en las fiestas de los mayores, ver los carnavales por la tele a las tantas, las noches bajo estrellas fugaces, sentirnos únicos y especiales por poder compartir todos esos momentos.
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