martes, 9 de noviembre de 2010

Tejados



¿Te acuerdas de cuando saltábamos por los tejados? La casa era vieja, daba igual romper algunas tejas, porque ya nadie vivía allí. Éramos inocentes y escandalizables, soñadores, pequeños. El tiempo se detenía entre hojas de parra y pajaritas de papel, bajo techos con humedad que servían de cielo nublado a nuestras ciudades de playmobil.

Eran otros tiempos, la preocupación de no saber qué hacer con nuestras vidas no existía, tampoco la necesidad de trabajar o de ser independientes, solo nos apetecía divertirnos, grabar programas de radio que nadie más escuchaba, colarnos en las fiestas de los mayores, ver los carnavales por la tele a las tantas, las noches bajo estrellas fugaces, sentirnos únicos y especiales por poder compartir todos esos momentos.

Luego el tiempo pasó y se sumaron los años a nuestros pasos, las cabezas fueron cambiando, las distancias fueron jugando con los dos y el silencio entre nosotros solo se veía interrumpido por unos encuentros aleatorios, en los que parecía que el tiempo no había pasado. Siempre seguimos estando ahí, a pesar de no ser los mismos sigue existiendo esa esencia de esos dos niños, que no necesitaban hablar para saber lo que el otro sentía. De esos que no quieren crecer y a los que les encanta escaparse aunque solo sea por un momento a aquellos días en los que anochecía sentados en los tejados.

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